Por Ospina-Suárez J.S.
Modelador Hidrogeoquímico. Gidahatari – Lima, Perú.
El diseño de sistemas de gestión ambiental bajo los estándares de la norma ISO 14:001, actualmente, se convierte en una de las prioridades para las organizaciones que realizan variadas actividades económicas. Si bien puede obtenerse una certificación en ISO 14001, esta no necesariamente es un reflejo de la prevención de la contaminación o de la eficiencia ambiental de una unidad productiva.
No obstante, esta estrategia de mejora del desempeño ambiental, requiere ser planeada teniendo en cuenta algunas consideraciones que se discuten en el presente texto.
1. Planificación del alcance para el sistema de gestión ambiental
Uno de los principales aspectos por cuidar sobre la certificación del Sistema de Gestión Ambiental (SGA) bajo los estándares de la norma ISO 14001, es el alcance con que este es construido, teniendo en cuenta que la certificación se da para el área, departamento o unidad de operación que la organización haya previsto al inicio del proceso de construcción del SGA.
Por esta razón, si por ejemplo existiera una organización cuyas instalaciones tienen un área administrativa donde el impacto ambiental de mayor relevancia es la generación de residuos sólidos ordinarios, que se controlan con programas de discriminación de residuos por sus características y para ello se invierte en la compra e instalación de tachos de colores, esta acción podría conducir a una certificación ambiental, que le permitiría a la empresa afirmar que cuenta con una certificación en ISO 14001, aún cuando la empresa tenga un área de producción en la que, por ejemplo, resulten sustancias tóxicas vertidas a los cuerpos de agua sin ningún tratamiento.
Este caso puede presentarse también cuando el área administrativa certificada sea desde la que se coordina la explotación minera de un tajo con un plan de manejo ambiental deficientemente implementado e, incluso, si esa área administrativa es el centro de operaciones de una central nuclear en la que no se haga un correcto manejo de los residuos radiactivos. En cualquiera de los ejemplos anteriores, la organización efectivamente cuenta con un SGA certificado bajo los estándares de la norma ISO 14001 y ello no significa que se prevenga la contaminación.
Para mejorar en este aspecto, una organización realmente comprometida con la mejora de su desempeño ambiental podría partir de la reflexión sobre el procedimiento empleado para definir el alcance de su SGA y como punto de referencia podría emplearse la Revisión Ambiental Inicial (RAI).
2. Normatividad ambiental como punto de referencia mínimo
Uno de los principales elementos en los que se basa la certificación de la ISO 14001 es el cumplimiento de la normatividad ambiental. Sin embargo, es importante recordar que desde esta perspectiva se defiende que la contaminación sólo se produce cuando se incumple la norma, impidiendo así que la organización adopte estándares propios y amplíe sus esfuerzos por evitar el deterioro de su entorno.
Por lo anterior, se recomienda ver a la norma ambiental como el punto de referencia mínimo desde el que deben partir los esfuerzos de una organización realmente comprometida con el cuidado del ambiente. Lo anterior abriría la puerta a una verdadera cultura de la mejora continua en búsqueda de la eficiencia ambiental, teniendo como referente las exigencias que impone el medio natural a la organización.
Para lograr este cometido, el SGA debería ampliar su horizonte de comprensión no sólo a los límites que imponen las unidades de operación de la organización, sino que debiera contemplar la realización de estudios que le permitan la obtención de datos sobre el medio que actúa como proveedor de sus recursos naturales y vertedero de sus residuos. De este modo, un SGA inicialmente se preocuparía por llegar a un nivel máximo permisible de concentración para una sustancia determinada en sus vertimientos por ejemplo, pero posteriormente el reto consistiría en disminuir la extensión de las zonas de mezcla requeridas para que el cuerpo de agua receptor asimile las cargas liberadas debido a la minimización constante de la masa de la sustancia en cuestión.
Así, a la par con los programas de ahorro y uso eficiente de los recursos, la gestión de los residuos sólidos, la gestión de vertimientos, emisiones, ruidos y demás agentes de deterioro de la calidad ambiental debieran incluirse programas de monitoreo permanente que permitan la recolección de los datos y la detección de posibles afectaciones producto de la actividad productiva.
3. Expresión del sistema de gestión ambiental en términos financieros
Constantemente, el limitante más grande para la implementación de un SGA eficaz es el presupuesto que la organización asigna para su funcionamiento. Este es el principal reto para los profesionales del área ambiental, pues aunque exista el compromiso de la alta gerencia y se establezca una política ambiental en el marco del SGA, los estados financieros de la organización no se escriben en términos de conciencia ambiental sino de dinero. Lo anterior implica que el SGA debe venderse primero al interior de la organización y ello sólo se logra hasta que los planes, programas y proyectos que de este se deriven sean expresados como una inversión más que como un gasto y, por lo tanto, debe recordarse que toda inversión tiene un período de retorno y genera utilidades.
Hasta el momento las certificaciones han sido el principal factor para justificar las inyecciones de capital, pues se arguye que una certificación aumenta la imagen positiva de las organizaciones y ello se traduce en un reconocimiento por parte de los consumidores que conduciría a un incremento en la compra de los productos de la organización. Bajo esta concepción el presupuesto del SGA no debería asignarse al departamento de gestión ambiental sino al departamento de publicidad y el trabajo de los profesionales ambientales involucrados, no se relaciona con la toma de decisiones para la mejora del desempeño ambiental sino con la unificación entre los costos de promoción y los gastos para evitar las multas por parte del organismo regulador.
De modo que un equipo del área ambiental para cualquier organización debiera procurar el ahorro de recursos para esta, haciendo énfasis en programas de re-uso de materiales y sustitución tecnológica que abarate los costos de producción apoyándose, inclusive, en un profesional en finanzas que evalúe las inversiones propuestas en la implementación del SGA y traduzca en términos contables el valor que le agrega a la organización el hecho de prevenir, reducir y mitigar la contaminación.
Esta sugerencia plantea una interrogante en torno a la capacidad que tienen los profesionales para plantear un SGA desde este enfoque, pues si bien es recurrente encontrar que los planes de estudio de programas académicos de corte ambiental incluyen espacios académicos que se preocupan por mostrar la tabla de contenido de la norma ISO 14001, sería pertinente evaluar si esos mismos espacios preparan a los futuros profesionales para construir los argumentos pertinentes para defender esta tabla de contenido en el contexto de las empresas que los contratarán o si su formación asegura la obtención de una certificación ambiental para una actividad productiva contaminante pero bien documentada.